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Receta de salmorejo de cerezas y remolacha

Salmorejo de cereza y remolacha

Una reinvención de receta de salmorejo que te va a sorprender por la frescura y potencia de sabor.

 

Ingredientes (6 personas):

700 g de tomates muy rojos y carnosos, tipo pera
500 g de cerezas maduras
2 remolachas medianas (unos 150 g cada una) crudas, a poder ser
150 g de pan de hogaza duro
75 ml de aceite de oliva virgen extra (yo usé de arbequina)
Vinagre de Jerez o manzana al gusto
Sal
Pimienta
100 g de queso tipo feta desmigado
50 g de nueces peladas

 

Lavar y pelar los tomates –un corte en cruz y unos segundos de escaldado ayudan en la tarea– y deshuesar las cerezas. Pelar las remolachas y cortarlas en dados grandes.

Procesar en una batidora americana o robot de cocina los ingredientes del paso uno con el aceite, vinagre al gusto –lo suyo es que quede alegre–, un vaso de agua y un poco de sal.

Añadir el pan cortado en trozos medianos (para que se empape más fácilmente). Dejar reposar unos minutos y volver a procesar hasta obtener una crema fina y espesa.

Poner en la nevera un mínimo de dos horas, hasta que esté bien fresco. Servir con un poco de queso feta desmigado, unas nueces picadas, un chorrito de aceite de oliva virgen extra y pimienta negra recién molida.

 

Receta de El Comidista

Cerezas o picotas, dos nombres para un mismo lujo

Un manjar de temporada

Cerezas del Valle del Jerte

 

 Picotas o Cerezas. Con la llegada del verano aparece uno de los frutos más singulares de las frutas de temporada: la cereza. Se distinguen dos grupos: las cerazas propiamente dichas, y las picotas, cuya única diferencia estriba en mantener o no el pedúnculo o rabo en el fruto. Las cerezas lo mantienen y así se comercializan, mientras que las picotas carecen de él, puesto que se desprende de forma natural en el momento de la recolección.

La más renombrada es la que tiene como procedencia el Valle del Jerte, Cáceres, un ecosistema único que producen un fruto único.

Para disfrutar plenamente de su sabor debe degustarse bien fresca, con una pulpa tierna, jugosa y una piel tersa y brillante. Deben conservarse a una temperatura de 2-4ºC, por lo que han de guardarse en la parte superior del frigorífico. 
Conviene conservarlas siempre dentro de los envases, con el film cerrado, para reducir su deshidratación, manteniéndolas frescas y con todo su sabor.

Como recomendación es aconsejable sacarlas del frigorífico una hora antes de su consumo, para que al atemperarse manifiesten todo su sabor y textura.

Todas estas variedades proporcionan vitamina A y vitamina C, además de fibra, potasio y flavonoides –un excelente antioxidante–. Ricas en caroteno, hierro, magnesio, cobre y zinc. Como fruta baja en grasa, sodio y colesterol, además de ser escasamente calórica, la convierte en un aliado para guardar la línea.